
Jilgueros
Aunque no es propiamente el tema, alguien debería arrebatarle el micrófono a algunas voces estridentes del futbol y enseñarlos a valorar y apreciar el nivel aproximado de la Selección Mexicana y de los equipos nacionales. Se manifiesta el tremendismo de los países que mantienen la cruel infracultura de la fiesta de los toros. No recuerdo quién lo dijo, pero la frase aguda es que, si los toros son cultura, entonces la antropofagia es gastronomía. En contraste, fue un deleite leer las crónicas del escritor español Joaquín Vidal y motivo de iración personal su independencia y profesionalismo.
Lo veo en una fotografía de El País, solitario en las tribunas, en el asiento 17 de la fila 6 y el tendido 10 en la Plaza de las Ventas, en Madrid, protegiéndose de la lluvia, sin un alma a su alrededor, con un impermeable negro y un paraguas. Paradigma del periodismo, por su conocimiento y exquisita prosa. Disfruté las crónicas de Carlos León, José Alameda y la columna de Juan Pellicer, La puntilla del lapicero, en el diario Esto. A Pellicer se deben los círculos concéntricos blancos en la plaza de Toros México. Fui aficionado hasta el momento de percibir tardíamente —la adrenalina mandaba— la diferencia abismal, agonal, de la inteligencia del hombre ante la estupidez del animal, que no discierne el engaño de su mortal enemigo. El tremendismo en el futbol, en el que se salta hiperbólicamente del cenit al nadir, convertido en un ejercicio cuajado de banalidad.
Los últimos resultados se condensan en derrota, fracaso. Es curioso que se hable de fracaso del América y del Tri. Que algunos comentaristas distingan a la oncena de Suiza como una selección que pertenece a un conjunto secundario en Europa, pero no así el nivel de la selección a la que llevan años de ver. Son incapaces de expresar un resultado en contra previo a un partido, sea por ignorancia, tabú, superstición o porque han aceptado una herencia de dogmas escleróticos: mentalidad triunfadora, personalidad, actitud, merecimientos. ¿Merecimientos?, por creer en el disparate de que cuando se domina se debe triunfar.
Ajedrez y futbol son actividades fascinantes que revelan una y otra vez que el dominio territorial, incluso la ventaja material en el paralelismo de un hombre de más porque un adversario fue expulsado, sumada a la mayor técnica y superior clase, no garantizan la victoria. En los medios, en especial en la pantalla de cristal, hay futbolistas y entrenadores que no son comunicadores, que proyectan ignorancia, improvisación, tanto del deporte como del futbol.
Los resultados son el reflejo no de un equipo ni de una selección, sino la atmósfera nacional que involucra la simulación de la política con el entorno deportivo de poca calidad del área centroamericana. Comparto la idea de que el futbol mexicano, en general, su nivel corresponde a cuadros europeos de segundo grado de calidad y no de la parte alta. En un plano menor a Brasil y Argentina, y uno o dos o tres más. Si es así por qué tantos gritos y sombrerazos. No, no; no se trata de una aceptación. El deporte es desafío. Empecemos por identificar el nivel.
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