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Pocas transformaciones urbanas en la Ciudad de México han sido tan significativas como la del Parque Bicentenario. Inaugurado en 2010 sobre los terrenos que alguna vez ocuparon las instalaciones de la Refinería 18 de Marzo de Petróleos Mexicanos (Pemex).
Con más de 55 hectáreas, el parque ofrece un refugio verde en una de las zonas más densamente pobladas de la capital.
Orígenes: la Refinería 18 de Marzo
La decisión de ubicar la Refinería 18 de Marzo en lo que hoy es la alcaldía Miguel Hidalgo tiene raíces en la historia urbana e industrial de la Ciudad de México:
Cuando la refinería se inauguró en 1933, esa zona era prácticamente rural, en las afueras de la ciudad. En aquel momento, la expansión urbana no había alcanzado esa área, lo que la hacía ideal —desde una lógica industrial— para construir una planta de gran escala sin afectar zonas habitacionales.
Durante el mandato del presidente Lázaro Cárdenas, México comenzó a desarrollar una infraestructura energética nacional independiente. La ubicación buscaba estar cerca de vías férreas, fuentes de agua y zonas con fácil a transporte.
En aquella época no existía una legislación ambiental ni una planeación urbana estricta. No se contemplaban los riesgos ecológicos a largo plazo, ni se preveía que esa periferia se integraría al tejido urbano.
Con el crecimiento poblacional de la CDMX durante la segunda mitad del siglo XX, la ciudad absorbió los alrededores de la refinería, convirtiéndola en un foco de conflicto urbano-ambiental.
Finalmente, esto llevó a su clausura definitiva en 1991 por razones de salud y seguridad ambiental.
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La herencia del Parque Bicentenario
Durante la mayor parte del siglo XX, los terrenos del actual Parque Bicentenario estuvieron ocupados por una de las principales plantas petroleras del país: la Refinería 18 de Marzo, inaugurada en 1933.
La refinería formaba parte esencial del desarrollo energético nacional, pero con el tiempo se convirtió también en una fuente severa de contaminación.
La operación continua de esta industria pesada afectó el aire, el subsuelo y los cuerpos de agua circundantes.
Para 1991, tras diversas presiones sociales, ambientales y técnicas, el gobierno federal ordenó el cierre definitivo de la refinería.
De acuerdo con informes de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) y la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), el sitio presentaba altos niveles de contaminantes como hidrocarburos totales, plomo, arsénico y otros metales pesados, lo que representaba un riesgo considerable para la salud pública y el equilibrio ecológico.
Un proyecto conmemorativo y ambiental
En el marco de las celebraciones por el Bicentenario de la Independencia de México, el gobierno federal decidió intervenir el espacio y convertirlo en un parque urbano de gran escala.
Este tipo de proyectos, conocidos como "brownfield redevelopment" en el ámbito internacional, consisten en rehabilitar zonas industriales contaminadas para destinarlas a un nuevo uso comunitario y ambiental.
La remediación del terreno fue un proceso extenso y complejo. Empresas especializadas trabajaron durante varios años para remover, tratar y encapsular miles de toneladas de suelo contaminado.
Este trabajo incluyó la instalación de sistemas de drenaje, barreras geotécnicas y monitoreo de vapores tóxicos.
Según datos de la SEMARNAT, el proyecto representó una inversión de más de 800 millones de pesos y sentó un precedente importante en cuanto a la gestión de sitios contaminados en México.
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Un parque de usos múltiples y vocación educativa
El Parque Bicentenario fue inaugurado oficialmente el 7 de noviembre de 2010 y desde entonces se ha consolidado como uno de los espacios verdes más relevantes de la capital. Su diseño está compuesto por cinco jardines temáticos, cada uno dedicado a un ecosistema mexicano: selva húmeda, desierto, bosque templado, matorral xerófilo y pastizal. El recorrido por estas áreas permite a los visitantes conocer la diversidad vegetal del país, promoviendo la educación ambiental y el respeto por la biodiversidad.
Uno de los espacios más destacados es el Jardín Botánico, que alberga especies nativas y endémicas, incluyendo algunas en peligro de extinción. También se encuentra el Jardín Polinizador, creado especialmente para atraer mariposas, abejas, colibríes y otros agentes vitales para el equilibrio ecológico.
El parque cuenta con un humedal artificial que cumple funciones ecológicas fundamentales, como la filtración de aguas pluviales y la creación de hábitats para aves migratorias. Adicionalmente, hay zonas de esparcimiento como trotapistas, ciclovías, canchas deportivas, áreas infantiles y un teatro al aire libre donde se realizan actividades culturales y talleres comunitarios.
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Retos istrativos y revitalización reciente
Aunque su apertura fue bien recibida, el Parque Bicentenario ha atravesado varios períodos de abandono y falta de mantenimiento, especialmente entre 2014 y 2018, cuando la gestión del espacio no contó con presupuesto suficiente ni supervisión adecuada.
En 2017, la istración del parque fue transferida de Pemex a la SEMARNAT, lo que marcó un punto de inflexión hacia una gestión ambiental más estructurada.
En los últimos años, con la participación de organizaciones civiles, vecinos y autoridades, se han implementado programas de reforestación, mantenimiento de jardineras, modernización de la infraestructura y reactivación de actividades educativas.
En 2023, la SEMARNAT lanzó una campaña de conservación de polinizadores en colaboración con instituciones académicas como la UNAM y el IPN, integrando el parque como un laboratorio vivo de ciencia ciudadana.
El Parque Bicentenario representa un ejemplo de cómo los espacios públicos pueden regenerarse desde una perspectiva socioambiental. Su creación ha tenido un impacto positivo en la salud urbana, la calidad del aire, la cohesión comunitaria y la conciencia ecológica. Asimismo, su historia invita a replantear el uso del suelo urbano y el legado ambiental de la industrialización.
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