Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

El Niño Guinda

Pascal Beltrán del Río

Suscríbete a nuestro boletín

Recibe las últimas noticias y mantente siempre informado

Correo electrónico
Enviar

Conocí a Jorge González Torres durante la campaña electoral de 1988. Había roto con el PRI, en el que tuvo cargos modestos, y había fundado el Partido Verde Mexicano –organización sin registro en aquel entonces–, que se sumó a la candidatura presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas.

Me lo volví a encontrar seis años después, como candidato presidencial de su partido, ya rebautizado como Verde Ecologista de México. Esa vez lo entrevisté en una oficina que tenía en Copilco. Me recibió en una sala a media luz, donde ardía copal en una vasija de barro. González Torres y un grupo de mujeres indígenas armaban un rompecabezas sobre una mesa de comedor. “Esto es muy importante para nuestra estrategia”, me dijo, muy serio, sin dejar de otear las piezas.

En 2000, el PVEM se coaligó con el PAN para llevar a Vicente Fox a la Presidencia de la República. Al año siguiente, González Torres dejó la dirigencia del partido y la puso en manos de su hijo, Jorge Emilio González Martínez, quien comenzó a verse involucrado en diversas polémicas.

En febrero de 2004, siendo senador, protagonizó el primero de los videoescándalos, cuando fue grabado en una conversación cuyo propósito era facilitar permisos para la construcción de hoteles y campos de golf en el corredor turístico de Cancún.

“¿Y cuánto dinero nos va a tocar?”, preguntó a su interlocutor, quien levantó dos dedos, gesto al que González Martínez puso palabras: “Dos millones de dólares”. 

Los medios lo bautizaron como El Niño Verde, por su edad –tenía apenas 30 años–; por haber heredado la dirigencia de un partido que se dedicaba a los negocios antes que al ambientalismo, y porque era neófito en política, algo que nunca le impidió oler cuando un socio iba en declive, para cambiarlo por otro. Así, el Partido Verde dejó al PAN por el PRI, ante el ascenso de Enrique Peña Nieto, y a éste por Morena, cuando Andrés Manuel López Obrador se enfilaba a la Presidencia.

Lo que nunca aprendió El Niño Verde fue cómo quitarse el apodo, que se ancló definitivamente en el imaginario popular, al grado de que muchos ya no recuerdan cómo se llama su portador. Tampoco, el estigma de líder partidario codicioso e inescrupuloso. Sus últimos escándalos ocurrieron en 2012, cuando llamó “ninis” a los integrantes del movimiento #YoSoy132, y en 2013, cuando cayó en el alcoholímetro y fue a dar al Torito.

A partir de entonces, González Martínez optó por desaparecer de la escena pública, dejando que otros dieran la cara por el PVEM, ahorrándose así los señalamientos en los medios. Sin embargo, su apodo ha quedado ahí, como paradigma de los negocios al amparo del poder.

Más de una década después de la retirada de El Niño Verde, otro junior de la política ha optado por seguir sus pasos. Andy López Beltrán fue colocado en la Secretaría de Organización de Morena, sin otra trayectoria que la de ser hijo del expresidente Andrés Manuel López Obrador. La intención aparente es lanzarse desde ahí a una candidatura, que podría incluso ser la Presidencia de la República en 2030, si así lo decide su padre.

La semana pasada hizo una desusada aparición para responder a las críticas que recibió por el fracaso del oficialismo para ganar la capital de Durango en las pasadas elecciones, operación que él condujo, así como para reclamar que no le llamen Andy, como se le conoce ampliamente y desde hace años, sino Andrés Manuel López Beltrán. Llamarle Andy, dijo, es quitarle su “legado”.

Pero son demasiados quienes así le dicen. Incluso el diputado Ricardo Monreal, quien bizarramente calificó como “violencia vicaria” el referirse a López Beltrán como Andy, fue exhibido mediante un video grabado el día en que recibió al hijo del López Obrador, durante la campaña de recredencialización del partido, reunión en la que se refirió familiarmente a él como… Andy.

Por lo visto, López Beltrán nunca aprendió una regla básica del patio de la escuela: pedir que no le digan a uno de determinada manera es garantía para que le digan justamente así.

Pero debe haber cosas peores que ser conocido como Andy, mote que, supongo, le pusieron de chico. Podrían decirle, por ejemplo, El Niño Guinda.

 

 

Comparte en Redes Sociales