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Un nuevo estudio reduce al 2 % la probabilidad de que Andrómeda colisione con nuestra galaxia, la Vía Láctea, en los próximos cinco mil millones de años, contrariamente a lo que antes se consideraba una certeza.
Vista panorámica de la galaxia de Andrómeda captada por el telescopio Hubble en alta resolución
Científicos de las universidades de Helsinki, Durham y Toulouse utilizaron datos de los telescopios espaciales Hubble y Gaia para simular la evolución de la Vía Láctea y Andrómeda durante los próximos 10 mil millones de años.
Una colisión sería devastadora para ambas galaxias, que quedarían destruidas, dejando tras de sí una masa esferoidal de estrellas conocida como galaxia elíptica.
Simulaciones avanzadas con datos recientes
Actualmente, las dos galaxias se acercan a una velocidad de unos 100 kilómetros por segundo.
El equipo realizó 100 mil simulaciones de ambas galaxias basándose en los datos observacionales más recientes. Esto incluyó el efecto del satélite más masivo de la Vía Láctea, la Gran Nube de Magallanes (GMM) y, por primera vez, la inclusión de incertidumbres en los observables. El estudio fue publicado en la revista Nature Astronomy.
En poco más de la mitad de los escenarios simulados, la Vía Láctea y Andrómeda experimentan al menos un encuentro cercano antes de perder suficiente energía orbital para finalmente colisionar y fusionarse, pero en un plazo de ocho a diez mil millones de años, no de cinco.
El Sol se habrá extinguido antes
En esa escala de tiempo, el Sol ya se habrá extinguido. En la mayoría de los demás casos, las dos galaxias pasan a una distancia tan grande que continúan evolucionando prácticamente sin perturbaciones durante mucho tiempo.
Aunque esta nueva investigación cuestiona el destino previamente aceptado de nuestra galaxia, los autores del estudio afirman que es muy difícil hacer una predicción precisa.
El autor principal, el Dr. Till Sawala, de la Universidad de Helsinki, enfatizó que las nuevas conclusiones no implican un error en los cálculos anteriores, sino que el equipo pudo incluir más variables en sus simulaciones gracias a los datos modernos de los telescopios espaciales.
Impacto del estudio en el modelo del Grupo Local
El estudio citado, publicado en Nature Astronomy en mayo de 2025, representa un cambio significativo en nuestra comprensión del futuro dinámico de la Vía Láctea y la galaxia de Andrómeda (M31). Hasta hace poco, la comunidad científica estimaba con alta certeza que ambas colisionarían en aproximadamente 4 a 5 mil millones de años, con base en datos del telescopio Hubble de principios de los 2010.
Sin embargo, la integración de nuevas mediciones de Gaia —particularmente sobre los movimientos propios tridimensionales de Andrómeda y la Gran Nube de Magallanes— ha permitido modelar el sistema con mayor precisión.
Mapa de rayos X del centro de Andrómeda captado por Chandra, que muestra el agujero negro P2
Según el nuevo análisis liderado por Till Sawala, la probabilidad de una colisión directa en los próximos 5 mil millones de años se reduce al 2 %, aunque persiste un 50 % de probabilidad de que ambas galaxias interactúen gravitacionalmente en un acercamiento cercano antes de una posible fusión mucho más tardía (8-10 mil millones de años).
Esto pone de relieve la influencia de la masa subestimada de la Gran Nube de Magallanes y la necesidad de considerar las incertidumbres observacionales.
Cabe recordar que tanto la Vía Láctea como Andrómeda forman parte del Grupo Local, un cúmulo galáctico con más de 50 galaxias, dominado gravitacionalmente por ambas. Andrómeda es la más masiva del grupo, con aproximadamente 1.5 billones de masas solares, frente a las cerca de 1 billón de masas solares de la Vía Láctea, aunque estas cifras siguen siendo objeto de debate científico.
Descubren la galaxia más pequeña y tenue que orbita alrededor de Andrómeda
El escenario de colisión galáctica no representa peligro para sistemas planetarios individuales, incluidos los del entorno solar, ya que las distancias entre estrellas son enormes; sin embargo, se producirían reordenamientos significativos en las órbitas estelares y un cambio radical en la morfología galáctica.
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