
Camina, no corras
El deporte es excluyente. No todos pueden practicar deporte, no como el deporte que la mayoría presencia y se interesa incluso con desmedida pasión por su abigarrada espectacularidad y magnetismo agonal, acaso además porque en lo más íntimo una gran mayoría desearía, por emulación, y de ribete bajo la ley del menor esfuerzo, alcanzar las proezas de los grandes héroes internacionales: tenis, atletismo, natación, artes marciales mixtas, futbol soccer, americano, boxeo, ciclismo; y recibir fama, celebridad, dinero por haber destrozado un récord mundial, conquistar una medalla olímpica o troquelar el esfuerzo en hazaña.
La finalidad del deporte tampoco es la salud, el ejemplo vivo lo presenciamos con otras disciplinas, lo proyectan las crueles artes marciales mixtas y el boxeo, el futbol americano, como algunas actividades de alto riesgo a la salud a temprano y largo plazo.
El montañismo es una de las actividades más fascinantes y, al mismo tiempo, de alto riesgo mortal, mucho más que el automovilismo. Conservo en una mezcla de melancolía, respeto y iración al observar las consecuencias destructoras del deporte, la figura emblemática de Mohamed Ali: 1987, Indianápolis, al entrar a la sala de prensa: aquel cuerpo de los 60, lleno de vitalidad con la energía del león y los ojos con la altivez del águila, apagados; Ali sentado apoyado en un bastón y con unos ojos sin brillo, hundiéndose en la profundidad infinita del vacío.
El propósito del deporte no es alejar a la población de prácticas envilecedores, apartar a los jóvenes de las drogas, porque en hay otras actividades que cumplen mucho más eficaz esta función: el tai chi, yoga, aeróbics, añadamos astronomía, geometría, filosofía, práctica de piano, violín…
En China y en algunos otros países no es necesario ir a los jardines ni al gimnasio; en las calles, miles de personas se ejercitan basculando su cuerpo rítmicamente por las mañanas, en una cultura de salud y bienestar; no es necesario comprar tenis caros para correr —una caminata gradual de 45 minutos a una hora, planificado con un principio de diez minutos— ni pagar por la enseñanza de ejercicio-salud.
Quien posea celular o computadora puede servirle de excelente guía con fines de salud, sin practicar deporte, poner atención a los videos de Jane Fonda y observar cómo se mantiene en forma a sus 87 años de edad, con movimientos rítmicos armoniosos de brazos y piernas, flexiones.
Sólo añadamos algo importante que enfatiza Indra Devi en su libro Yoga para todos, porque seguramente ahí se revela el secreto de la salud y el deporte, de la longevidad: un hombre puede dejar de comer 50 o 60 días y muere por inanición; puede dejar de beber agua por 15 o 17 días y perece por deshidratación, pero no puede dejar de respirar más de cinco o seis minutos, fallece, porque el aire es el principal alimento del cuerpo.
Si el lector desea combinar con una guía útil sobre alimentación, le sugiero las recomendaciones de No más infartos, de Louis J. Ignarro, premio Nobel de medicina 1998. La ciencia al servicio de la salud, del fortalecimiento del sistema cardiovascular.
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