Arturo Xicoténcatl

Arturo Xicoténcatl
El espejo de tinta

Xenón en el Everest

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En los albores del siglo XX, ríos, selvas, mares, las islas más remotas y los dos polos ya habían sido hollados por el hombre, aventureros, científicos, exploradores, en acciones de gloria y muerte. Magallanes, el 27 de abril de 1521 en Mactán, y el capitán James Cook, en Hawái, 14/II/1779, perdieron la vida tras ser lanceados por los nativos.

El capitán Robert Falcon Scott había muerto al regresar con sus cuatro compañeros tras llegar al polo sur 35 días después que el noruego Roald Amundsen, quien colocó la bandera de su país el 14 de diciembre de 1911. El único punto que restaba era la cima del Chomolungma o Sagarmatha, que más tarde, el Pico XV, recibiría el nombre de Everest, en honor al británico que lo midió.

El 29 de mayo es una fecha memorable en el montañismo: el inglés Edmund Hillary y el sherpa Norgay Tenzing alcanzaron en 1953 la cumbre del Everest, en un acontecimiento universal acompañado de una estela de simbolismos de excelencia, arrojo, esfuerzo, altura, desafío.

 El hombre descorría el velo de los sitios más ignotos del planeta y su diminuto entorno, pues, en esa década, el Sputnik giraba alrededor del mundo. Invito a los lectores a leer Annapurna, con el fin de que se impregnen del espíritu audaz de los conquistadores del Himalaya.

El Everest, de 8,848.86 msnm, presenta una difícil coraza como línea divisoria, un filtro que sólo lo cruza el verdadero escalador; un ritual de iniciación: la cascada del Khumbu, a 5,364 m, la forman grietas y catedrales de hielo cuyos bloques, en relación con la fuerza gravitacional, los cambios de temperatura y los vientos, se fracturan inesperadamente creando avalanchas. Es zona de riesgo mortal.

El derrumbe de los seracs causó la muerte de 16 sherpas el 18 de abril de 2014. El tirolés Reinhold Messner, que escaló el Everest sin oxígeno —en cordada con el austriaco Peter Habeler— y las 14 cumbres del Himalaya, expresó: “La cascada del Khumbu  es aterradora”. No es necesario percibir cambios generacionales; épocas, ideas, cambian a cada instante.

El signo actual en Occidente es la rapidez, lo inmediato. En días pasados, cuatro ingleses, los exmilitares Alistair Carns, Kevin Godlington, Garth Miller y Anthony Stazicker, alcanzaron la cumbre del Everest en un aspecto significativo: redujeron drásticamente el tiempo de aclimatación, de tres o más semanas a cinco días. Su arma secreta: el gas Xenón; el vocablo significa extraño en griego.

Descubierto en 1898 por William Ramsay, Premio Nobel en 1904, y su asistente William Traver, es un gas noble inodoro, incoloro e insípido, con propiedades anestésicas, neuroprotectoras, estabilizador hemodinámico, hipnótico y analgésico.

En el deporte olímpico está prohibido desde 2014. En las últimas 10 semanas recibieron en una clínica de Frankfurt pequeñas dosis de Xenón y durmieron en tiendas hipóxicas, con bajos niveles de oxígeno. En Katmandú respiraron otra dosis y fueron transportados en helicóptero a 5,300 m. En la cumbre disfrutaron de la curvatura del planeta. El acontecimiento presenta otras aristas que deben considerarse.

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